Cuando eres un tipo moderado -me refiero al carácter, no a la ideología- y alguien te llama fascista, es que algo va mal, en la mente y la formación del que te aplica tal calificativo. Quiere decir que no sabe diferenciar el fascismo de otras tendencias ideológicas y, si no sabe diferenciar qué es el fascismo es evidente que no podemos pedirle que nos defina el liberalismo o las diversas variantes de socialismo y comunismo; mucho menos que nos haga ni siquiera un breve resumen con un mínimo de lucidez de las tendencias anarquistas y anarcosindicalistas de las que él mismo presume, porque se ha olvidado de una de las premisas básicas de esa doctrina en constante evolución y, por tanto, no dogmática ,que es el anarquismo. Esta premisa es que sin cultura nunca conseguiremos la emancipación.
Y es que a estos bocazas de la revolución les faltan muchos libros en esa sesera abarrotada de serrín y agua sucia que sólo utilizan como soporte de una boina "cheguevariana". Y cuando digo "libros" me refiero a los libros de los "nuestros" y de los "otros", porque en todas las obras escritas con honestidad -y son muchas- pueden encontrarse fragmentos de verdad. Y, por supuesto, no sólo libros de política o sindicalismo; la poesía, la novela, la historia, y todas las ciencias son importantísimas para adquirir una visión del mundo amplia y humanista.
El anarquismo no puede quedarse en manos de personas dogmáticas, rencorosas con otras familias socialistas antes que con el capital, con una demagogia anticuada que no sabe ver los nuevos retos sociales y tecnológicos que tanto han cambiado las relaciones de toda índole. Esta clase de personas sectarias y, por tanto, insolidarias, nunca podrán ser portadoras de la liberación de la humanidad respecto al Capital y al Estado. Son basura ideológica que se han quedado anquilosados en los "catecismos" revolucionarios décimonónicos y nunca han puesto a funcionar su propia reflexión. Se trata de sacerdotes del inmovilismo anarquista que continúan oficiando su misa rojinegra con la misma liturgia de hace 150 años.
Estos tipos continúan con las mismas cantinelas en cuanto a libertades sindicales, subvenciones y liberados, sin darse cuenta de que, cuando una militancia es honesta, el aceptar estos derechos conquistados no implica ninguna rendición. Y en C.G.T. distinguimos muy bien cuándo la subvención equivale a soborno y cuándo no. Por otro lado, no nos parece en absoluto perjudicial el arrancarle al enemigo todo lo que podamos. En cuanto a los liberados, les diré que es muy difícil encarar una responsable actividad sindical después de una dura jornada de trabajo ¿o es que tenemos que exigirle al compañero/a que renuncie a su vida familiar y social, a su educación, a su descanso y a su ocio? Por otra parte, en nuestra organización, cuando un liberado no cumple los compañeros se lo hacen saber.
También algún comentario hacía referencia a "la propaganda por el hecho", indicando que esa era la forma más adecuada de difundir el anarquismo. Totalmente de acuerdo en que sólamente con el ejemplo personal , en la vida y en las actitudes que ésta conlleva, puede y debe extenderse una idea, pues nadie tiene derecho a exigir un comportamiento que él es incapaz de llevar; sin embargo, me pareció intuir en el comentario otro "tufillo". Por si acaso no me equivoco, contestaré con una frase del ideólogo anarco-comunista ruso Kropotkin: "Un edificio cimentado en siglos de historia no se destruye con algunos kilos de dinamita".
En fin, no sólo en el anarquismo, sino también entre los seguidores de otras tendencias sociales y políticas me parece ver cada vez más paleoideólogos apoyados en sus bastones, garrotas grabadas con los nombre de Marx, Lenin, Bakunin, Trotsky, el Che, Durruti... todos muy respetables y memorables, por supuesto, pero como fundamento y base de nuevas ideas y nuevas acciones.
Salud y Libertad.