La incorporación de la FOUS (Federación Obrera por la Unidad Sindical) afín al POUM, y de la CGTU(Confederación General del Trabajo Unitaria) auspiciada por el PCE, a la UGT, hicieron que esta central volviera a tener el monopolio del sindicalismo marxista. Así, al comienzo de la Guerra Civil, las cosas estaban como al principio: por un lado los socialistas (UGT) y por otro, los anarquistas (CNT). Sin embargo, el camino que estaba tomando la historia forzó a los dos grandes sindicatos a centrar todos sus esfuerzos en la unidad de acción.
Estupor y condena unánime son las dos palabras que mejor recogen la impresión que causó el conocimiento del Alzamiento. Estupor, ya que, pese a las repetidas advertencias de socialistas, comunistas y anarquistas –censuradas continuamente por el Gobierno- se tenía la esperanza de arreglar la situación pacíficamente. Prueba de ello eran las llamadas a la paz y la preparación de una semana contra la guerra. Condena unánime porque aquellos sublevados en nombre de la República son los mismos que habían protagonizado militaradas anteriores y reprimido brutalmente la revolución del 34 sin que nadie los hubiera depurado de las filas de lo que hubiera tenido que ser un Ejército Popular, republicano y democrático. Sin embargo, olvidándose de los altos deberes de defensa del pueblo y de la forma de Estado que éste se ha dado, ha vuelto a traicionarle, en la mejor tradición del ejército español, que parece haber sido fundado únicamente para enfrentarse al enemigo interior, porque, que yo recuerde, nunca ha tenido “cojones” suficientes para enfrentarse a uno externo.
Las centrales sindicales y organizaciones obreras, como un solo hombre, ratificaron los compromisos contraídos en el pacto electoral que dio origen a la formación del Frente Popular y se comprometieron inmediatamente en la lucha contra los elementos reaccionarios alzados en armas contra la República Española. Fue en este primer momento cuando las milicias populares nacieron de una forma espontánea de todos los partidos y sindicatos obreros.
Junto a la creación de las Milicias Populares y a la liberación de los presos antifascistas encarcelados tras la revolución del 34, las organizaciones obreras exigieron una total depuración y posterior republicanización de la Administración, Las Fuerzas Armadas y el Clero. Todas estas exigencias podemos resumirlas en los siguientes puntos:
Legalización de las Milicias Populares.
Puesta en libertad de los presos antifascistas.
Revolución desde el poder.
Sometimiento de las Fuerzas Armadas al Gobierno Republicacno.
Republicanización de los mandos militares.
Castigo ejemplar de los culpables.
Suspensión de la prensa que apoyó el golpe de Estado: Informaciones, ABC, El Debate, Ya.
Confiscación de los bienes de los financiadores del alzamiento (terratenientes, capitalistas, clero)
Depuración de los cuadros de la Administración y de la Iglesia.
Con todo ello se pretende una vuelta a la normalidad, evitando, en lo posible, un nuevo golpe de Estado y mejorar el nivel de vida del proletariado, porque, “a este pueblo hay que darle pan, hay que darle trabajo, hay que darle tierra, hay que garantizarle la elevación del bienestar, y ello sólo puede lograrlo un gobierno de izquierda requisando el dinero y la tierra de los grupos reaccionarios comprometidos con la sublevación”.
Pero esta historia no quería ser ni va a ser la historia de la Guerra Civil, sino la historia del sindicalismo aquí cerquita, así que dejaremos pasar estos tres años que todos sabemos como acabaron.
José Javier González de la Paz, militante de C.G.T. y periodista